El 11 de septiembre

Hoy es 12 de septiembre y, por tanto, ayer fue 11S. Se cumplieron 22 años del brutal atentado de las torres gemelas donde murieron muchas personas inocentes por este ataque terrorista. Recuerdo que ese 11 de septiembre de 2001 había llegado a casa después de mi mañana de trabajo en el IES Pablo de Olavide de La Luisiana -era mi segundo año allí, mi primer destino definitivo como profe de Matemáticas-, estaba comiendo con la familia y viendo en la tele las noticias, como solemos hacer mientras almorzamos, cuando nos enteramos de la fatídica noticia y no dábamos crédito a lo que estábamos viendo. 22 años han pasado ya de esto…

Ayer también fue el primer día lectivo del curso 23/24 para los más pequeños en Andalucía. Los de Secundaria se incorporarán el próximo viernes día 15. En el paseo matutino que suelo dar todas las mañanas con mi Talquita pasé por varios colegios y vi a algunos pequeños llorando -algo típico de estos primeros días-, otros jugando y abrazándose después de mucho tiempo sin verse y muchas madres -y algún que otro padre y abuelo y abuela- en las puertas de los coles charlando entre ellos. Lo típico de la vuelta al cole…

Los últimos años que yo pude trabajar en el IES Chaves Nogales como profe y miembro del equipo directivo, recuerdo que el 11 de septiembre era uno de esos días en los que necesitaba que el día tuviera 48 horas, porque nos encerrábamos mi amigo Pepe -que era el director- y yo a hacer los horarios del centro, una tarea ardua y complicada porque eran muchas las cosas que había que tener en cuenta: grupos, desdobles, incompatibilidades, aulas disponibles, tutorías, guardias, preferencias del profesorado… y humildemente pienso que hacíamos muy buenos horarios, pero era inevitable que alguien saliera perjudicado e incluso mosqueado con nosotros, pero lo que está claro es una cosa, como siempre decíamos: si tenemos 30 grupos -como teníamos entonces- el viernes a última hora tienen que estar al menos 33 profesores, entre los que dan clase y los que están de guardia. Por muy bueno que fuera el programa de horarios -que lo era y ya después de varios años lo dominaba bastante bien-, milagros no hacía, eso está claro.

El último horario que hice fue para el curso 2017/2018 y me prometí a mí mismo que sería el último que haría, porque era mucho el esfuerzo que había que hacer… y con que una persona no estuviera contenta con su horario a mí me afectaba mucho, por lo que no me compensaba hacer tanto esfuerzo. Y efectivamente fue el último horario que hice… y las últimas clases que di, porque las circunstancias después fueron las que fueron: llegó el mieloma y me mandó a casa. Pero lo sigo echando mucho de menos, os lo aseguro.

¿Y qué hice yo el 11 de septiembre de 2023, es decir, ayer? Empecé el día tempranito con mi Merchi y mi Patri, porque acercamos con el coche a Patri al Hospital Macarena para que echara su penúltimo día de trabajo, de 8 a 20 horas. Termina hoy de 20 a 8. Y ahora a esperar a ver cuándo le dan su plaza como TCAE y dónde. Donde quiera que sea la apoyaremos siempre, porque ella se lo merece. Lo difícil ya está hecho, que es aprobar las oposiciones y conseguir una plaza en la Sanidad Pública. Ahora a esperar, porque parece que estos de Sanidad (SAS) llevan un ritmo bastante más lento que los de Educación para resolver estos procedimientos.

Después nos fuimos Merchi y yo al Hospital Virgen del Rocío porque tenía cita de revisión mensual con mi hematóloga Marta. Como llegamos pronto, desayunamos antes y, tras comernos la tostaíta de rigor, nos fuimos a la consulta del CDT (Centro de Diagnóstico y Tratamiento). Sólo había un paciente delante nuestra y cuando salió, entramos nosotros en consulta y allí estaba la doctora Marta Reinoso, que nos preguntó cómo estábamos y nos trató con la amabilidad y cercanía de siempre. Marta también sabe de sobra qué es eso de la humanización de la Sanidad. Además ha dejado su testimonio en mi cuarto libro y acudió a uno de nuestros programas de radio de «La voz de los imparables» para que la entrevistáramos.

Revisó Marta los datos de la analítica que me hice la semana pasada y nos confirmó que los resultados eran buenos, que las defensas habían subido gracias a los pinchazos semanales que me he puesto y que seguía en remisión completa, lo cual era una magnífica noticia. Me recetó la Lenalidomida para dos ciclos -21 días cada uno de ellos- y pinchazos para la subida de defensas los días 22 y 23 de cada ciclo y confirmamos la próxima cita para primeros de noviembre, ya que a mediados de octubre tenemos un nuevo #SalamancaOnTour, con analítica, consulta de revisión con mi hematóloga Mariví y PET-TAC -el examen, #ayomá #miedito-. Pero ya llegará… ahora disfrutemos el momento.

Tras agradecer a Marta su trato con nosotros, abandonamos la consulta y nos dirigimos al edificio del Hospital Infantil, donde habíamos quedado con el doctor Eduardo Quiroga, oncólogo pediátrico, para entregarle un ejemplar dedicado de mi libro «La voz de los imparables… y más», en el que también se incluye su magnífico testimonio, Además en su momento entrevistamos a Eduardo en el programa de radio para que nos hablara de la carrera solidaria «Tus kilómetros nos dan vida», ya que forma parte de la organización y que, por cierto, volverá a celebrar una edición más el último domingo del próximo mes de octubre. Ya informaremos para darle difusión por las redes.

Tras hacernos mi Merchi la foto de rigor con el libro, el doctor nos enseñó la planta de Oncología pediátrica del Hospital infantil y os puedo asegurar que tanto para Merchi como para mí ha sido una de las mejores experiencias que hemos vivido en los últimos tiempos. Todo es espectacular: las instalaciones, la decoración, la escuela, el patio exterior… pero lo que de verdad llama la atención es el personal que trabaja allí… y eso que sólo conocimos a María José, la administrativa, y a las maestras. Una de ellas, Pepi, me dijo que me seguía por las redes y que conocía a mi amigo Raúl pues había estado un año en su cole.

No falta un detalle, pero aunque el Hospital hace sus inversiones, esto no estaría así si no fuera gracias a las asociaciones y a las donaciones de familias que pasan por allí. Sobre todo de Andex y de la Fundación Aladina, pues son muchas las aportaciones hechas por ambas. Creo que no hay ninguna persona que quiera ir a un hospital, nadie está entrenado para ser paciente ni para luchar contra una enfermedad… y además desgraciadamente nadie está libre de padecerla, pero cuando se trata de niños, de personas tan pequeñas e indefensas… es peor aún, para ellos y para sus familias. Si siempre digo que para un paciente adulto una hora de ingreso en un hospital vale por tres, para un paciente infantil vale por seis. Por eso, todas las comodidades que se le pueda ofrecer son pocas. El ambiente tiene que ser favorable para los pequeños y tienen que recibir mucho cariño. Me consta que los que por allí están saben mucho de esto, porque si todos son como María José, Pepi y Eduardo -que no lo dudo-, todo se lo harán mucho más fácil, teniendo en cuenta lo difícil que es.

Lo que tenemos que tener claro es que TODOS podemos ayudar de una u otra forma: haciéndote donante (de sangre, de médula, de órganos….), haciéndote socio de alguna asociación que luche contra el cáncer, apoye la investigación y ayude a pacientes y familiares, haciendo donaciones o participando en iniciativas solidarias organizadas por entidades y asociaciones. Esto es tarea de TODOS…

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