Paseítos mañaneros

Tengo que reconocer que siempre me ha gustado pasear, eso sí, siempre por la mañana y tempranito, antes de desayunar. Cuando yo no tenía la enfermedad solía salir a andar por los alrededores de mi domicilio, donde se pueden hacer paseos muy agradables al haber muchas zonas verdes, y cuando en los veranos estábamos en Sanlúcar o en el campo solía visitar la playa o hacía un recorrido por Carmona. ¡Vaya si me acuerdo y si lo echo de menos! Normalmente hacía las caminatas solo, pero en ocasiones me acompañaba mi sobrino Migue. Cuando me llegó la enfermedad me paró en seco, me quitó de muchas cosas, una de ellas de andar, aunque al principio lo seguía haciendo. Pero cuando el mieloma me atacó a la espalda me dejó sin movilidad y durante bastante tiempo -varios meses- estuve postrado en la cama y moviéndome en silla de ruedas, por lo que los paseos y caminatas que venía haciendo se terminaron.

Pero el primer mandamiento de la filosofía #yomecuro -que sigo a rajatabla- dice que hay que seguir con fuerzas y con actitud positiva, y por eso desde el primer momento me dije a mí mismo que yo tenía que soltar la silla de ruedas y tenía que volver a andar, pero claro fácil no iba a ser; esto requería de mucho trabajo y esfuerzo por mi parte, de muchos ejercicios de rehabilitación y de ser muy constante. Pues eso hice: con la ayuda de mi fisioterapeuta y con mi esfuerzo personal conseguí dejar la silla de ruedas, coger el andador y posteriormente los bastones de senderismo, con los que ya podía desplazarme y hacer pequeños paseos.

Empecé con la inmovilidad estando ingresado en el hospital a principios de 2019 y cuando me dieron el alta y volví a casa a mediados de febrero, estuve bastante tiempo postrado en la cama sin apenas salir a la calle. Hubo un antes y un después desde el momento que pude tener a mi disposición una silla de ruedas eléctrica gracias a mi amiga Cristina y a mis amigos Castro y Yoli. Esto me dio mucha vida pues me dio autonomía, ya podía volver a salir a la calle, a pasear… de otra forma, sí, sin poner los pies en el suelo, pero al fin y al cabo podía respirar aire puro y salir de mi casa para que no se me cayera el techo en lo alto de estar tantas horas encamado o sentado en un sillón. Los que han pasado por esta situación o están pasando por ella saben de lo que hablo, seguro.

Es evidente que en mi vida nunca me había sentado en una silla de ruedas eléctrica y no me había desplazado con ella, pero pronto me acostumbré a su funcionamiento, le cogí el tranquillo rápido y la verdad es que me manejé muy bien. Aprendí a subir y bajar los pequeños bordillos -y a veces no tan pequeños- que dejan en las aceras para cruzar una calzada; aprendí que hay que poner a cargar las baterías de la silla después de cada uso para no quedarte tirado al día siguiente; las instrucciones dicen que tienen autonomía de unos 30 kms, pero esto depende del uso que hagas, de si el camino es más o menos llano, de si no hay muchas pendientes, etc. Pero este límite se refiere a cuando las baterías están nuevas y las mías ya tienen un tiempo, la verdad, por lo que no hay que ajustarse demasiado a lo que dicen las instrucciones para no quedarse tirado con las baterías gastadas a mitad del camino. Y claro, nadie te libra de poder tener algún incidente como por ejemplo pinchar una rueda; yo he pinchado dos veces y espero haber cubierto el cupo.

Como ya he comentado anteriormente, conseguí soltar la silla de ruedas y me desplazaba con ayuda de unos bastones, pero en el pasado mes de agosto, estando en Salamanca con mi Merchi para recibir el tratamiento de las CAR-T, la enfermedad se vino arriba, me atacó de nuevo con fuerza, hizo que no me pudiera dar el tratamiento y me volvió a mandar a la cama y a la silla de ruedas y con un dolor impresionante en la rodilla izquierda. Y en esas estamos desde entonces, aunque ya sin dolor desde hace bastante tiempo. Pero está claro que yo voy a volver a salir de aquí, que nadie lo dude.

Cuando en septiembre nos volvimos a Sevilla empezamos un nuevo tratamiento de rescate para luchar contra la enfermedad. Este tratamiento requería estar ingresado en el Hospital Virgen del Rocío los primeros días de cada ciclo -han sido cuatro en total hasta el mes pasado-. Demasiado tiempo encamado de nuevo.

Pero cuando estaba en casa salía casi a diario a dar un paseíto mañanero con mi silla de ruedas eléctrica… y así lo vengo haciendo hasta ahora. Los días que no salgo es debido a que haga mal tiempo o que tenga que acudir al hospital para alguna cita, pero intento salir todos los demás días, porque me da vida, porque me ayuda a seguir adelante, porque creo que ese carril-bici que tenemos en Sevilla -del que ya hablaré en otra ocasión- tengo que aprovecharlo, que parece que me lo han puesto ahí para decirme: «Juanma, sal de la cama, móntate en tu silla de ruedas eléctrica y date tu paseo; eso sí, con las precauciones máximas». En estos paseos de unas dos horas -a veces algo más, a veces algo menos-, uno le da muchas vueltas a la cabeza y piensa en muchas cosas, pero siempre positivas. No paro de darle las gracias a los que están ahí arriba por la suerte que tengo de tener a la gente que me rodea, por los apoyos que recibo y que me dan tanta fuerza para seguir adelante; seguiré con mis paseos matutinos, ahora mismo con mi silla de ruedas eléctrica, pero volveré al andador, volveré a los bastones y volveré a andar sin ningún tipo de ayuda… y tú lo verás conmigo.

Un tuit del viernes pasado.

#SomosImparables #SeguimosJuanma #yomecuro